El parto después de cesárea en casa de Mariana

Mariana vivió una experiencia muy difícil y traumática con el nacimiento de su primera hija, una cesárea no justificada y llena de violencia hacia ella, su hija y el padre de su hija.

Después de varios años de mucho trabajo y resignificación de todo el proceso, dieron vida a la semilla de Nimue.

Acompañamos con gusto y mucha fé el deseo de ella de tener un parto después de cesárea, de vivir esa experiencia que anhelaba profundamente, y de hacerlo en casa y con parteras.

Llegó el día en que ella sintió la certeza de que tendría a Nimue en sus manos pronto, podía sentir en su cuerpo el momento acercándose.

Esa madrugada empezó a sentir olas distintas a las que estuvo sintiendo por todo un mes, venían aún separadas, así que esperaron con calma mientras preparaban su nido para la llegada de la pequeña Nimue. Al medio día fui a visitarles y les encontré en calma pero ya con ganas de que llegara el momento, ella se sentía cansada y las olas venían ya seguido, aunque aún eran cortas,

aún faltaba tiempo, así que les dejé, esperando darles el espacio para seguir trabajando quizás hasta que llegara la noche.

15 minutos después de mi partida llegó un mensaje; "Se acaba de romper la fuente".

Ana, quien sería su doula, llegó enseguida a acompañarles. Poco tiempo después llegamos Gle y yo, sabiendo que es común, después de una ruptura de membranas, que el parto avance de pronto a un ritmo mucho más acelerado.

Ella estaba dormitando junto a Ana, el cuerpo es sabio, y busca recuperar energías para cuando serán indispensables. Junto con Julio, inflamos y llenamos la tina de parto, empezando poco a poco a escuchar las vocalizaciones que hacía ella, cada vez más largas y potentes. Su mirada era ya la de las mujeres que estamos por parir, lejana y profunda, mamífera. Ana y Julio le sostenían recordándole el ritmo, largo y pausado, mientras su cuerpo daba paso a las hormonas que permiten que nuestra pelvis y tejidos se expandan poco a poco para dar paso a la vida.

Le sugerimos entrar a la tina, pero su cuerpo no quería sentir más calor que el de la tarde, así que siguió afuera dejándose llevar por la fuerza incontenible que sentía, su cuerpo iba hacia abajo al mismo tiempo que salía un sonido primal y poderoso, los fluidos también nos iban anunciando una llegada inminente.

Buscamos, junto con Julianna, que llegaba temiendo que fuera demasiado tarde, un espacio más cómodo pero era tal la intensidad del momento, que el pasillo sirvió de recipiente de esos instantes , Ana y Julio le sostenían de los brazos mientras ella se entregaba a las olas, que venían ya con toda su fuerza, poco a poco, se asomó la cabecita de Nimue, Julio la miró a través del espejo lleno de emoción y ternura, ella seguía en el cosmos, abriendo el portal, un círculo perfecto, profundo, infinito, tomando fuerza para terminar de entregarse y parir la vida. Y así llegó Nimue, a unos brazos llenos de amor, de confianza y de poder.

Mariana, que admiración y agradecimiento tan grandes sentimos acompañándoles, gracias por mostrarnos y recordarnos que parir después de cesárea es posible, que parir después de cesárea en casa es maravilloso, que las mujeres somos así de poderosas, que sanar es posible y es preciso.

Qué honor caminar esto tan bello junto a ustedes. Gracias por siempre.

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El parto pélvico de Alía